Si tu hijo (pequeñ@) tiene mucha dificultad para evacuar, seguro que lo primero que pensaste es que está estreñido, pero la razón puede ser la disquecia, un trastorno menos conocido y pasajero, acá te diremos cómo reconocerla.
¿Tu hijo vive episodios de llanto o mucho esfuerzo previo a la evacuación? Muchas veces esto se confunde con molestias relacionadas a una mala digestión o estreñimiento, pero es otro tipo de trastorno llamado disquecia.
Si tu pequeño se pone rojito y tiene mucha molestia para hacer deposición continúa leyendo y descubre todo lo que debes hacer para aliviarlo.
Es un trastorno benigno que ocurre cuando los bebés hacen un esfuerzo significativo para evacuar. Clínicamente está caracterizado por llanto, irritabilidad, rubicundez, manos empuñadas y piernas flexionadas sobre el abdomen. Cada episodio puede durar de 10 a 20 minutos.
Aunque no supone ninguna alteración orgánica severa o permanente, es causado por la inmadurez en la mecánica evacuatoria, es decir, no hay coordinación adecuada de los músculos para la expulsión de las heces.
Normalmente deben coordinarse los movimientos intestinales y el aumento de presión dentro del abdomen con la relajación del esfínter anal. Sin embargo, en los pequeños con disquecia no existe esa coordinación.
Esta condición es relativamente frecuente en lactantes de seis a nueve meses, por lo que también se le conoce como disquecia del lactante.
Tenemos una buena noticia porque este trastorno no requiere tratamiento. Se resuelve naturalmente una vez que el aparato digestivo ha madurado lo suficiente y el niño empieza a relajar su colita para permitir la salida normal de las heces y los gases.
Este proceso de maduración suele tomar algunas semanas y es importante que lo sepas para que puedas mantener la tranquilidad y transmitirla a tu pequeño. Con calma, cariño y consuelo puedes ayudar a que se relaje y pueda expulsar sus heces.
Ten en cuenta que es ideal acudir a un médico pediatra que le haga un examen físico completo. Así se puede descartar cualquier problema de salud que pueda confundirse con esta condición.
Además de tener paciencia, puedes ayudarlo con masajes en su barriguita y en las piernas, lo cual ayuda a la relajación de la colita. No debes usar supositorios, laxantes ni el estímulo rectal, ya que puedes ocasionar lesiones y perpetuar la dificultad para hacer deposición.
El primer método es la actividad física, pues acelera el movimiento de los intestinos y beneficia el tránsito intestinal.
¡Es hora de poner a tu hijo en movimiento! Toma sus piernitas con cuidado y dóblalas en dirección a su abdomen y las sueltas, hazlo repetidamente. Puedes emular el movimiento que hacen las piernas al montar en bicicleta.
Esto ayudará a relajar el esfínter anal, al tiempo que permitirá aumentar la presión en la barriguita para ayudar con el pujo.
Otra forma muy efectiva de darle alivio son los masajes en su barriguita, siempre en el sentido de las agujas del reloj. Estos masajes estimulan la motilidad del intestino y favorecen el pujo y la evacuación.
Incluso, puedes combinar el ejercicio indicado con los masajes. Primero masajeas su abdomen en forma circular, luego flexionas sus piernitas y las sueltas. Así, varias veces.
En la disquecia, el bebé no puede evacuar, aunque quiera hacerlo y cuando lo logra las heces son blandas y, en ocasiones, líquidas. Lo que es normal cuando aún es lactante.
En cambio, en el estreñimiento las evacuaciones son duras y secas; lo que produce la dificultad para expulsarlas. Por ello, la disquecia del lactante es llamada “falso estreñimiento”.
Cuando hay disquecia, el infante quiere evacuar, pero en lugar de relajar la colita, la cierra y no puede expulsar la materia fecal. Sin embargo, cuando se trata de estreñimiento, la dificultad en la evacuación es por la dureza de la deposición.
A lo largo de la niñez varía la frecuencia de las deposiciones y, en realidad, no hay una regla que establezca lo que es normal.
El tiempo que tarda la comida en atravesar el intestino varía con la edad: desde ocho horas en el recién nacido, 16 horas en el lactante y hasta 24 horas a los 10 años. Sin embargo, tener una idea de la frecuencia puede ayudarte y es el pediatra quien podrá indicarte, según la edad de tu hijo, la frecuencia ideal de sus deposiciones.
Siempre es importante consultar con tu pediatra todos los síntomas que tenga tu bebé y asegurarse con él sobre su adecuado crecimiento y desarrollo.